jueves, 31 de diciembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Escritura

Última reflexión del año. Tranquilos, no me extenderé demasiado.

Sólo he de decir que me siento orgulloso de haber conseguido todo lo que tengo entre manos. Todo lo que he perdido y todo lo que he ganado.

Pues Yo soy Yo, tanto para lo bueno como para lo malo.

domingo, 27 de diciembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Ruiseñor

No sabría muy bien por dónde empezar. Las noches guardan un secreto, un puñal forjado con el filo de tus besos se tiñe de rojo al amanecer. Clavado en la espalda de aquellos que huían aterrados por todos los actos infames cometidos al abrigo de una oscuridad cargada alcoholes, bailes y labios errantes. Antes de que la Luna se digne a despejar cualquier duda acerca de si era tu mano o la mía la que empuñaba el arma homicida, realizaré mi último acto de valentía.

Con más de cien heridas que dejaron tus caricias, con mi sangre dibujando corazones en cada una de las esquinas, con mi pulso temblando por efecto de la adrenalina y mis nervios recordando cada uno de los pases de modelos. Entre penumbras, guiños y espejos, de manos que se buscan, que desean, que esperan el momento.

Regresaré de aquel mundo de olvidos y sueños, aunque me cueste la vida en cada intento. Regresaré con tu último beso atado a mi cuello.

Me pregunto porque siento este impulso de salir corriendo, huyendo de tu sombra, de tus ojos, de tu pelo y de todos los pasos que dimos hasta que terminamos saciando la sed irracional que produce el deseo. Mientras que mis besos se quedan sobre el papel. Vestidos con trajes negros mientras velan noches de luto sobre mis sábanas frías y sin sentimiento.

Me pregunto si realmente valió la pena pagar el tributo a tu cuerpo y tus deseos. Soñando que los días no hacen daño y los atardeceres caben en el pañuelo que seca mi llanto.

Me pregunto si las cuatro paredes que me rodean intentan decirme algo o ahogarme con la mención de tus suspiros de noches en vela. En un intento de limpiar su conciencia por todos los secretos que han guardado con miedo de que los robasen mi alma en pena.

Al final del camino, cuando el Sol se esconde de nuevo, y yo cansado de tanta pregunta y finales heroicos que llenan páginas con tinta seca, evoco tu nombre... abro el armario de tus recuerdos y sin venir a cuento le prendo fuego a cada uno de tus besos.

martes, 22 de diciembre de 2009

El Verso

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Autor del Texto: BlackMiG.
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Silencio.
Que nace de la distancia
impuesto,
tan ruidoso.

Distancia.
Que nace del sentimiento
expuesto,
tan hermoso.

Ambos hijos.
Silencio y distancia
de esa vieja rancia,
que se llama olvido.

¿Cómo es posible esto?
¿Cómo el absurdo,
para nadie bueno
de llegar a este punto?

...Y mientras esto divago,
alejarte veo.
En mi bote navego,
de tu puerto, zarpo.

Llegar a extrañar.
Y callar.
Llegar a escribir.
Y borrar.

Añoranza y recuerdos.
Que flaco favor hacen,
alimentando sueños.
Que pudieron cumplirse,
incluso lo hicieron.

Intentar no decir,
aunque sepa mal.
Intentar no sentir,
engaño sin más.

Presencia y sonrisas.
Que flaco favor hacen,
alimentando Vidas.
Que pudieron cruzarse,
incluso lo hicieron.


...Y mientras esto divago,
alejarte veo.
En mi cama sueño,
de tu calor, extraño.

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Autor del Texto: BlackMiG.
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domingo, 13 de diciembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Desván

Mi corazón no se ha parado. Descansa sobre un colchón de ganas y sueños inacabados. De la misma forma que se fue de mi vida, han desfilado cientos de sonrisas. Esperanzas con los pantalones ajustados y melenas hasta la cintura han susurrado historias de amor que se derretían tan rápido como el hielo bajo Sol abrasador de tus caricias y mentiras.

Logré escapar del laberíntico juego de bares y noches de alcohol. De todos tus besos con sabor a traición. Me vi obligado a ser más rápido que mis propios pensamientos. Necesidad de no parar de soñar, buscando esa felicidad de la que todo el mundo habla pero que nadie es capaz de alcanzar.

En un acto de fe, abandono la mediocridad. Rodeado de risas e historias que contar. De ilusiones perdidas y lágrimas que nunca se dan por vencidas. Miradas que se mezclan con esa ciencia confusa que dicta leyes y redacta besos al amparo de la Luna. Me niego, no me rendiré ante tanta hipocresía. No me pondré de rodillas ante vidas petrificadas, aterrorizadas por creer que no existe ninguna otra salida.

Mi corazón se ha desecho de la mordaza, y ahora grita, se enfurece al ver que nunca le querías. Pero su aullido es un alivio, comprende que no existe ningún destino. Las hojas arrastradas por el gélido viento forman un libro perfecto para escribir cada uno de mis lamentos sobre dedos entrelazados y besos que nunca se dieron.

domingo, 6 de diciembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Mantel

Contra todo pronóstico, logré escapar, huir a otro lugar. Los pies me llevaron a de bar en bar, con los sueños justos para pagar una ronda más. Nublando mi mente con besos y esperanzas que se nunca se renuevan más allá de las seis de la mañana. En el mismo momento que el viento aúlla por las esquinas, borracho de olvido y tristeza. Ahoga mis penas, frías páginas en blanco que aún luchan por conservar un poco de dignidad. La justa antes de abandonarme ante un mundo que siempre mira hacia otro lado cuando el precio que exige resulta demasiado alto.

La llamada, no puedes evitarla. Desde mi ventana diviso calles de luces y sombras, de odios, de venganzas consabidas, de amores que no pretenden dueño ni palabras que aten más de una caricia. Con mil y una historias que merecen la pena ser vividas, no deseo quedarme a ver como termina convertido en cenizas mi corazón, cansado ya de remendarse las heridas con noches en vela, contando las estrellas que cuelgan del techo de una habitación vacía de fantasmas que juegan a olvidarte para no perder la razón.

La sombra que busco se refleja en las noches de luna llena, juega con las nubes, levanta sus faldas para comprobar si de verdad usan ropa interior. Se esconde entre los renglones de amores prohibidos, bailando hasta el amanecer junto a camas sólo dan la bienvenida a aquellos que ya no tienen nada que perder. Susurra palabras lascivas mientras se recupera de la resaca provocada por las ilusiones mal vendidas a la primera sonrisa que repartía flores en un callejón que nunca llevó tu nombre.

Algún día, cruzaremos de nuevo nuestras vidas, sinceramente espero acordarme de todos aquellos momentos que dilapidaste por querer intercambiar pasiones y fotografías que anuncian en las portadas de las revistas, de espejismos embotellados, envasados y listos para ser vendidos como productos en cualquier centro comercial.

Ahora es el momento de arrastrarme hasta mi lecho, arroparme con las sábanas frías y soñar, mientras el viento sigue llorando de esquina en esquina, que algún día mi corazón dejará de hacerle compañía.

lunes, 30 de noviembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Incógnita

Aún me queda un misterio por resolver. Un puzzle plagado de incógnitas, de piezas que no encajan demasiado bien. Las preguntas sobrevuelan las horas muertas. Relojes en huelga por un tiempo que nunca llega, de sus manecillas cuelgan momentos que suspiran por todo aquello que no ha sucedido. Lanzas, cuchillos y dagas aguardan en fila, parece que el bufón guardaba un as en la manga.

No pienses que la vida en palacio se reduce a sonrisas y criados que tapan los huecos del desdén con sus propias manos. Querida, la vida por mucho que lo niegues, por muchas vendas de seda que cubran tus ojos posee luces y sombras, mil matices, cientos de posibilidades que escapan a cualquier tipo de control. La primera de estas opciones, cual baraja de naipes, se mezcla, como lo hicieron nuestros besos cargados de recelo. Busca excusas, si así lo deseas. Aférrate con todas tus fuerzas a cuantos clavos encuentres en tu camino. No va a cambiar en absoluto.

Cuando tu mundo perfectamente cuadriculado explota, cuando la realidad que creaste a tu alrededor resultó ser un escenario de cartón que cambia según el momento y la ocasión, tus ideales se tambalean. Pilares de humo que sostienen a duras penas argumentos que ni tu propia sombra termina de creérselos. Conspira, manipula, carga tu lengua con todo el veneno que seas capaz de recopilar. La mascarada ha comenzado, debes encontrar tu lugar. Pisa con cuidado, cualquier error es mortal de necesidad. En este palacete de Versalles no tienes en quien confiar, mueve a tus peones, comete asesinatos verbales, apuñala sin compasión corazones y verdades. Amasa fragmentos de realidad que tú sólo creaste. Maquiavélicas jugadas minuciosamente estudiadas...

Espero que todo esto te resulte divertido, si con ello pretendes dormir mejor por las noches. Recuerda que de un tiempo a esta parte me he vuelto inmune a tus ardides, ningún veneno, ninguna palabra ponzoñosa me hiere o me destroza. Puede que mi corazón gruña, ligeramente resentido al ver en lo que te has convertido.

Pero tranquila, no desesperes, no pienses que el fin de todo esto es provocarte dolor adrede. Cuando decidas escapar del mundo en el que te has vuelto una cortesana sin parangón, tu risueño escritor seguirá en el mismo lugar en donde despareciste. Escribiendo sin parar, intentando conservar todo el calor que una vez decidiste apagar por buscar refugio en una estrella que nunca pudiste alcanzar.

domingo, 22 de noviembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Razón

El tiempo se agota, marchitando ramos de días que adornan en los cementerios los nichos repletos de esperanzas viejas y hastiadas de ver como los sueños buscaban fortuna con negocios de medio pelo.

Mi corazón les observa, divido por el sentimiento que le provoca las sonrisas y las voces a media asta de los enterradores cuyas palas han excavado ya demasiadas tumbas para la noches en las que tú y yo decidimos matar todos nuestros viejos rencores. Vigila mientras se prende de un hilo tan fino como lo fueron nuestras promesas sobre futuros cuyo aval no superaba las veinticuatro horas al día. Llorando por todos los besos que se pudren dejando al descubierto unos huesos tan blancos como carentes de sentimientos.

Cubierto por la sombra de cientos de cuervos que graznan tu nombre pero que roban cualquier recuerdo que brille y me pueda servir como escudo. Ha mandado a los sabuesos en un vano intento de vencer al tiempo, desesperados me buscan por cada rincón en el que me intenté ahorcar con tu amor, desquiciado, atormentado por los ecos de un mar cruel que se burlaba a escondidas mientras contemplaba un amanecer sin tenerte a mi lado.

Se pierden entre la espesura de un bosque, impregnado con el perfume de antaño, de lugares que nunca existieron, de palabras que se secaron tendidas en las cuerdas que me ofreció el viento. Localizan un rastro, de risas, de juegos cuyas reglas las dictaron todas tus ganas de hacerme daño, de pisadas en salones abandonados, de cuadros pintados al óleo de caricias trazadas por manos nerviosas que sueñan con mundos imposibles en los que pasar un buen rato.

Desconoce que yo también le ando buscando, he de contarle que tales mundos existen, simplemente ha de mirar hacia otro lado. Olvidándose de aquel terreno marchito, infectado de pasiones ávidas por maldecir a todo aquel que pose un pie en aquel recinto sagrado. Mi mente ha viajado, con todas las ganas que entran en una mochila, hasta los callejones en donde se intercambian besos y pasiones, donde las sombras no retienen las amarguras de una mala noche. Que todavía tenemos un sitio reservado, la imaginación como sumiller especializado en licores y vinos macerados dentro de sonrisas suaves y caricias que siempre traen los te amo de un nuevo día.

He de decirle que se dé prisa... pues yo, por primera vez, ya le estoy esperando.

domingo, 15 de noviembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Candado

Sobre mesas de madera corroída, putrefacta, descansan coagulados los restos de atrocidades a las que nunca dieron un nombre. Instrumentos de tortura oxidados olvidaron con recelo el propósito para el cual fueron creados. Telas de araña amortajan cada uno de los rincones, en un vano intento de ocultar las brutalidades cometidas sobre la carne y la mente de sueños cuya agonía prolongaron más allá de lo que la Muerte pudo haber soportado.

Sombras afligidas , antiguos inquilinos de noches de terror y espanto pugnan por no caer en el olvido. Almas vengativas, sedientas de nuevas formas amargura, insisten en provocar daño con sus recuerdos moldeados a base de gritos, llantos y alaridos.

Con un temor que agarrota mis sentidos, abro la primera de las puertas que me conducirá a los pasillos que desembocan en el mismo centro de mis peores pesadillas. Iluminadas por antiguas antorchas, guardianes temblorosos, portadores de una luz que a nadie le importa. Pasadizos construidos en piedra, de cuyas paredes rezuma odio y bilis de heridas abiertas con mentiras hervidas en calderos donde se mezclan recelos e infidelidades. Adquieren un color maliciento, negro ulcerado, anacarado al posarse la luz de soslayo. El eco de mis pasos me devuelve voces, miradas que se esconden y el roce de tus labios.

Mi mente lucha por no crear más fantasmas de los necesarios. Demasiados me rondan ya en el momento que las bisagras cedieron ante mi necesidad de poner fin a tanto miedo infundado. Siniestras manos acarician mi espalda, susurran que ya está bien de tanta farsa, que deshaga el camino andado. Cuanto más me adentro, ni el eco de mis recuerdos se atreve a continuar por los laberínticos pasadizos plagados de nichos, en cuyo interior descansan los restos impíos de horrores que aguardan el preciso instante para desgarrar mi carne y beber mi propia sangre. El aire se enrarece con frases pronunciadas en un tiempo donde el hombre era esclavo de placeres que le eran completamente ajenos.

La luz retira su último apoyo, me obliga a caminar entre la más espesa oscuridad. Murmullos congelados petrifican mis manos y atenazan cualquier esperanza de saborear una vida a tu lado. El suelo se torna un poco más blando, no quiero ni pensar qué es lo que estoy pisando. Dos docenas de pasos más tarde, me encuentro con la La Puerta, de roble macizo, cuyos grabados no fueron tallados por mano viva conocida. Cientos de malos momentos, en forma de antenas y patas de insecto, se cierran sobre mis dedos mientras empujo el último de mis deseos. Una risa estalla, una que jamás fue emitida por voz que transmitiese el calor de la vida. Mezcla del asco que le produce una presencia viva y la saña con la que disfrutaría si no encontrara el camino de vuelta a casa.

Mi corazón hace tiempo que duda entre bombear más adrenalina o permanecer en silencio, no vaya a despertar a los Horrores de Ojos Blancos como el mármol, agazapadas entre las gotas de humedad acumuladas en las telas de araña, haciendo las veces de noche estrellada. No pasa ni un segundo cuando la maldita risa se convierte en eterno llanto de un niño desconsolado.

La puerta se cierra a mis espaldas, sellando un destino al que muy pocos se han enfrentado... aquí me encuentro, en mitad de la Cámara de los Horrores que tantas noches ha dirigido mis sueños. El tiempo ya ni siquiera está de mi lado... ni tan siquiera La Muerte vendrá a cobrarse mi alma, dejándome abandonado a mi propia suerte...

domingo, 8 de noviembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Servilleta

Hasta dónde serías capaz de caminar, preguntan mis pies cansados de esperar un lugar donde no soy capaz de descansar. Qué precio estarías dispuesto a pagar, murmuran mis hombros cargados del lento despertar de una mañana invernal. ¿Amigos? ¿Familia? ¿Amores que nunca prestan sus corazones al azar?

Medidas desproporcionadas, ángulos imposibles de una vida circular que no acaba del todo de cuadrar en mi planes sin hogar. Mi alma se queda entre las sábanas, ignorando al despertador, lánguido gemido, avisando que ya es hora de zarpar. El barco suelta amarras, lejos, hacia ningún lugar. Otro más que añadir a mi lista de situaciones para olvidar. Sin embargo, me mantengo firme en este muelle rebosante de vida y caricias con las que fuiste incapaz de negociar. De cuando en cuando, atraca un navío de velas negras como las noches que soporté contigo. Trae noticias y especias de regiones sombrías, cuentos de hadas que perdieron sus alas durante una terrible noche de otoñal. Me intriga, me apasiona, podría incluso formar parte de su tripulación maldita. En un intento por olvidar todo aquello por lo que una vez estuve luchando, jugándome el cuello con cada latido de mi corazón que llevaba tu nombre.

Con el primer paso que doy en cubierta, almas en pena me dan la bienvenida como capitán. Decenas de ojos muertos que olvidaron hace tiempo el significado de la palabra soñar. Cruje la madera bajo mis pies, lamentando no luchar contra el viento y la tormenta de noches en vela junto a una mujer. Las especias se convierten en humo y lágrimas. Las historias, en mentiras de días sin principio ni final, como lo fueron tus mechones de pelo, los cuales me encargaba de encrespar. Los mapas son inexistentes, este barco maldecido por la mar nunca ha zozobrado, como tampoco ha atracado en otro puerto que no sea el de tu mirar.

Lamento el momento en el que se aleja por última vez, capitaneado por mi alma herida. Mientras que yo, tras una última despedida, vuelvo mis pasos hacia el puerto, callejones oscuros y desiertos me ofrecen retorcidos deseos, empañados carmines enfundados en ropas tejidas con el hilo de Tramontana. El Sol se oculta, la silueta del navío se confunde con la noche mientras la mar, fiel como una amante a media noche, oculta sus deseos y designios entre olas y espuma incapaz de llenar una simple caracola con los 'Te quiero' que nunca me supiste dar.

Fatigado se torna mi caminar entre bares, prosa desgastada que ya ni tu nombre se atreve a dibujar. Me desplomo, acurrucado por la tibia caricia que me ofrece la ropa interior de una mujer, cuyas mentiras se tornaran verdades con las que apuñalar mi ojos al amanecer. La singular resistencia que opongo, lágrimas formando laberínticos susurros donde ni yo mismo soy capaz de averiguar el motivo por el cual grabaste sobre mi piel heladas pesadillas. Ahora ya me da lo mismo, mi alma se encargará de liderar a otras en pena, cual Holandés Errante, hacia tierras que nadie se atreve a nombrar. Cuando den alcancen a mi traicionero destino, en una noche sin Luna como testigo, pisará el puerto de nuevo.

Y justo en ese momento, inmortal como el mismísimo viento, me devolverá mis estilográficas, mis cuadernos repletos de historias que soñé cuando desnuda te dejabas querer.

Los que una vez arrojé a la mar de mis deseos, anclados a mi corazón, aguardando el momento en el que de tus labios brotase un sincero 'Te amo' que nunca apareció.

lunes, 2 de noviembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Quilla

¿Dónde me he encontrado hasta ahora? Me parece haber regresado del mismísimo infierno. Erial de recuerdos marchitos, cánticos desgarrados de besos nunca dados, de historias congeladas, recuerdos de una noche en la que jamás dormiste a mi lado. Cuentos para niños sin el final que desdibuja sonrisas perladas de terciopelo. Hundido entre la ceniza de mil ceniceros, he caminado buscando el sentido de todos mis sueños. Quemados por las caricias que evocan cada mechón de tu cabello.

Ahogado entre sábanas frías y lágrimas cristalinas de todas las veces que te he amado, indicándome sendas y veredas rodeadas por las zarzas de miradas vacías y malas lenguas que escupen el veneno de mil noches que pasé contigo. Demasiadas veces me he asomado al acantilado donde se suicidaron todas mis ilusiones. Una tras otra fueron lanzándose al vacío con la esperanza de una resurrección que nunca llegaba, pues al tercer día eran devoradas por los cuervos cuyas plumas negras son el reflejo de madrugadas heladas en las que no era ni capaz de susurrar tu nombre.

Sediento, en mis cantimploras únicamente hallaba el vapor de tus besos y tus caricias con forma de arrecife para que se oculten cada una de las mentiras que hábilmente bordaste con el paso de los días. Al final, me pensé que me encontraba bajo la sombra del árbol cuyas ramas las hacía crecer la lluvia de la envidia, abonado por tantísimos recuerdos mezclados con la melancolía.

Olvidadas barras de bar junto a copas que jamás seré capaz de vaciar, te busqué sin la esperanza de querer empezar, bufones con trajes fabricados con el resto de mis deseos, de cambios y reflejos producidos por un espejo que ya se ha cansado de evocar momentos desteñidos, mal dibujados, con el punzón con el que intento una y otra vez abrir brecha en mi corazón.

Regresé del Infierno... y al final, aunque te parezca mentira, me estaba esperando su cálida sonrisa.

martes, 27 de octubre de 2009

La Tinta, el Tintero y... las Cuentas

Historias que no cejan en su empeño de tropezar con mis deseos, señalando en mil direcciones, mil caminos cuyo único destino es acabar plantadas en los maceteros que nunca riego, aquellos que un día me regalaste con la intención de que mis sueños echaran raíces en tierras donde tú eras la única dueña.

Ahora vuelan libres, ríen y juegan, de vez en cuando alguno se posa en el alfeizar y rebusca entre los párrafos y las letras de fábulas razones para no olvidar tu nombre ni las caricias heladas que me dispensaste las noches sin luna, sin testigos, sin ningún lazo que nos atase. Si tan siquiera fuera capaz de establecer una conexión entre mis heridas y tus sonrisas, la batalla no estaría del todo perdida. Pero no lo consigo, el único eslabón perdido resulta ser un plato de sopa fría en donde nadan a placer mentiras y verdades siempre escritas a medias tintas.

Un día, tal vez no muy tarde, dejaré de hilar las cuentas de estas lágrimas mías, que nunca fui de rosarios, ni de la aurora ni de ninguna otra recadera de malos presagios. Lo que más lamento, son las desbandadas de manos y miradas. De hijos e hijas de tocayos que nos encontramos en mirando el fondo de todos los vasos. Usando como moneda de cambio las pocas ilusiones que no hemos perdido en juegos de azar que no poseen nombre. Maldigo la espiral de sentimientos que provocaste con sólo pronunciar mi nombre, maldigo los momentos que saltan e incordian sin sentido, por simple gusto de hacerme callar.

Pero esta vez, ni mi boca, ni mis pies los van a detener cuatro sentimientos de usar y tirar. Dedicaré mis esfuerzos a comprobar todos los espacios donde anidó la memoria de ciudades y portales visibles a la luz de farolas mortecinas donde acechan labios sedientos de pecados.
Esta noche me arroparé con sábanas limpias, perfumadas con todas las sonrisas torcidas, de todas aquellos días que repartí la suerte con la primera que se atrevía a barajar las cartas de mi destino. Siendo habitual la jugada en la que ganaba la banca y me quedaba sin blanca, ni en los bolsillos ni en las páginas de libros todavía no escritos.

Y al cerrar los ojos, cuando la luna me susurre que ya te has ido, que todo está tranquilo... me dejaré llevar pues antes de quedarme dormido, he de confesar que todos mis sueños se esconden entre las curvas de un cuerpo femenino.

domingo, 18 de octubre de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Herida

Algunas noches, cuando el cielo le da la espalda a las estrellas y la Luna prefiere irse de bares, no puedo evitar que todo a mi alrededor estalle, sin motivo aparente. Me pierdo por callejones por los que ningún ser con dos dedos de frente se atrevería a poner un pie cuando el Sol se esconde. De los desconchones de siniestras paredes fluyen sentimientos ajenos a cualquier recuerdo, alimentándose de fracasos eternos y de sueños que jamás se cumplieron.

Con el corazón en ristre y mis labios sellados sigo el rastro que una vez me dejaste, por si llegaba el momento en el que me olvidaba de regar las semillas de los días en los que yo te amaba. Pero los miedos de varias vidas no saboreadas se aferran a mis rodillas, cadenas malditas evitan que levante el vuelo por encima de este pantano de asfalto y almas retorcidas, ahorcadas con sus propias risas niqueladas por tantas y tantas mentiras.

Confieso que, tras varias copas y algún que otro labio con sabor a futuro cuadriculado, me encuentro delante de tu puerta. Aguardando el momento, mientras la Luna desista en señalarme con el dedo, como un ladrón de terciopelo, oculto tras el velo de oscuras palabras de deseo. Incontrolables los latigazos del verdugo que abren surcos en mi piel, y el único que llora por no quererte ni ver es mi ciego corazón, que ya no entiende de versos ni de prosas escritas por manos temblorosas a la sombra de una sombra de tu querer.

De sobra conocías mis intenciones, y sin decir más palabra que mi nombre, te encuentro otra vez llorando por todas aquellas noches, en las que te bebiste el corazón pensando que podrías encontrar a tu príncipe azul entre los lobos de las discotecas y las caperucitas de medias de seda y lenguas rebosantes de ponzoña. Aunque no lo notes, mi piel arde con cada gota que resbala, desde tus ojos hasta mi alma. Con el tiempo aprendí a no desear nada de lo que me ofrecieran envuelto en caricias y promesas rápidamente olvidadas. Tanto si lo reconoces como si no, tú fuiste mi maestra en esto de blindar mi corazón.

El Sol se abre paso de nuevo, la Luna desiste de tanto juego y huye despavorida al darse cuenta de lo que estamos haciendo. Y es que al final, es un quiero y no puedo. Me muero con tu cuerpo desnudo durmiendo mientras abrazas mis sueños. Me rindo ante tu sonrisa que desprende ese olor a tierra mojada que tanto me hipnotiza...

Y mientras la luz acaricia las curvas de tu piel, las que hace un momento me atreví a recorrer... abres los ojos, me miras, sonríes y yo... de nuevo, vuelvo a nacer.

lunes, 12 de octubre de 2009

La Tinta, el Tintero... y el Receso

¿Realmente piensas que vale la pena? ¿Realmente piensas que vuelas? ¿Que tus jodidas pautas te sacarán de esta? ¿Realmente crees que posees una vida llena de éxitos? Que absolutamente nadie es capaz de mirarte por encima del hombro. Piensa lo que quieras. Eres libre de hacerlo. De vivir eternamente en un sueño.

Cada vez que me señalas con el dedo, en todas tus miradas de desprecio, con todas tus magníficas hazañas, restregándome por la cara que nunca seré nada. Siempre estaré al margen de las ganancias, de las personas que se suponen están humanizadas. Mis ideas, un poquito más en contra, un poquito más ácidas, un poquito más descontroladas.

Y porque estés un peldaño por encima, te crees estar en la cúspide de la pirámide alimenticia. Antes, hace tiempo, hubiera disfrutado viendo como te consumías dentro de tus propias pesadillas. Como al llegar a tu hogar – dulce hogar – tu cerebro y tu personalidad se ahogaban en un mar de mediocridad. Servil lacayo del poder. Ni siquiera sabes exactamente qué significa la palabra Imaginar, no seré cruel y no te preguntaré por aquella otra... Soñar.

No, ahora me he dado cuenta de que tanta lucha no sirve sino para alimentar a tu propia vanidad. Dejaré que te consumas poco a poco, no me voy a preocupar. Mis sueños continuarán conmigo hasta el final, porque no sé si te habrás dado cuenta: no importa si lo único que quieres es ganar, no estaré allí para verte llorar.

Quédate con tus malditos porcentajes, que yo aguardaré paciente al otro lado del cristal. Ni tan siquiera conseguirás hacerme cambiar. Siempre se le puede sacar partido a esta extraña soledad. Ni con todas tus malditas leyes, con tus estúpidos sin sabores, ni con tu idea de una familia ideal me atraparás.

Muy a tu pesar soy libre de actuar, de moverme de aquí para allá. Discursos de triunfalismo que ahogan más que apretar. Todo debe ser contado, almacenado y dispuesto para obtener suculentos beneficios. Tu vida no es vida, es una pesadilla sin igual.

Pienso que si las comparamos, la mía no es mejor que la tuya, pero ¿sabes qué? Al menos en la mía los sueños rotos de noches sin terminar pueblan callejones olvidados en los que tú jamás te atreverías a entrar.

domingo, 4 de octubre de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Renacer

Entre nubes, todo estalla, se resquebraja, desmoronándose esperanza por esperanza. Final ansiado para esta Torre de Babel construida sobre tantos y tantos sueños plasmados en hojas de papel., en párpados que suplicaban la última oportunidad, una y otra vez...

Dejo a un lado los recuerdos malditos que fueron capaces de torturarme con cada palabra que salía de tu boca y acababa escrita sobre mi piel.

El momento ha llegado, me quitaré este regusto a hiel. No se me ocurre una receta mejor: un tarro de helado derramado sobre sus labios, sus pechos, su vientre... y deleitarme tranquilamente mientras saboreo su piel.

lunes, 28 de septiembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Salida

El reloj, maldito reloj, con tus imparables designios dictas el destino de todos aquellos que aún creen en la sin razón. Nunca me llegaré a creer todas aquellas palabras que sin motivo el viento nos robó. No me importa poseer un corazón de hielo puro, ya no. De momento prefiero abrasarme con el frío intenso que con el calor que aún pretenden conservar las sábanas y paredes testigos mudos de noches de pasión.

He recapacitado, pensando en todos esos momentos en los que prefería lanzarme al vacío de las copas llenas, noches borrosas que me ofrecían caminos rodeados de telas de araña que se desprendían de cada uno de tus besos... en ningún momento me avergüenzo de ello. Durante fugaces momentos conseguí apartar tu reflejo, tus anhelos y mis miedos.

Ahora, sin embargo, sonrío por cada tontería que me ronda la cabeza, e imagino miles de historias y cuentos. Algunos me los roba el viento y otros brilla como estrellas en el firmamento. Pálidas y al mismo tiempo seguras de si mismas. Persigo el rastro de sus labios, de mis deseos; me acompañan mis sueños, sin que esta vez se aferren como grilletes intentando a cada paso hacerme caer. Ríen, lloran y juegan sin dejar un minuto para respirar. Les admiro, por primera vez le susurro al viento cuanto te amé sin miedo, sin temor a que mi pecho se resquebraje por no obtener tan siquiera una sonrisa al amanecer.

Pues si mis cálculos no están demasiado equivocados, toca adelantar un minuto más mi particular reloj del Día del Juicio Final.

¿Deseas estar ahí cuando llegue el momento?

Acabas de descifrar con morbo y estupor lo que maquinaban mis pensamientos: A partir de ese momento está prohibido llevar ropa interior.

Y si no te gusta mi niña, de sobra conoces donde se encuentra la salida.

domingo, 20 de septiembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Regreso

El avance no se detiene, por tierras inexploradas, por valles y montañas que no señala ningún mapa. Pensaba que la carrera había terminado, pero la suerte, por primera vez me ha sonreído. Ni siquiera ha comenzado, me susurrado al oído. Podrías suponer que tanto esfuerzo no ha valido la pena. No es cierto, ni mucho menos si no todo lo contrario como dirían los locos que se anudan aún más fuerte el nudo que abraza su cuello.

Ahora mismo, con mi corazón clamando al cielo, reorganizo filas. Cierro viejas heridas. Y cada vez que me miro en un espejo, un silencio sepulcral invade toda mi alma. No más gritos agónicos en mitad de un campo de batalla. No más calles y aceras dispuestas para una emboscada. La ciudad, por el momento, no es más que un puzzle gigantesco de hielo y fuego, donde retumban mis pasos sin generar ningún tipo de sentimiento ajeno. Apagados por los ecos de un mal recuerdo. Miradas lánguidas que atraviesan ventanas, muros, piedras y almas.

A veces y sólo a veces, reconozco que echo de menos esa cadenas que tan cruelmente evitaban que me olvidara de tu presencia. La sensación de no poder despegar. No saber valorar el suelo que pisaba y los rayos de luz, que con una mínima esperanza, acariciaban mi cara.

Pero la melancolía desparece pronto. En el mismo momento en el que me doy cuenta: entre tú y yo querida, eras la única de los dos que no volaba.

Y por esa sencilla razón, no deseo volver la mirada atrás. Pienso que ninguna lágrima mereciose la pena derramar. El encierro entre estas cuatro paredes se torna tranquilidad, una serenidad que jamás nadie tendría el valor de soportar. Ya no más sentimientos que se tornen palabras salpicadas de suspiros por una flor que hace tiempo me negué a regar.

Aceptando el desafío de ser uno mismo, venciendo a todos aquellos que se atrevan a obstaculizar mi camino. Ante la atónita mirada de los que pensaban que ya me había dado por rendido. Guardate tus palabras, teñidas por la compasión. Pienso que eres incapaz de presentarte tal y como eres ante tus propios miedos y vacilaciones.

La duda razonable me la bebí en cada uno de los bares donde soñaba convertirme en una persona que no era; acariciando tus labios o los de cualquiera que estuviera lo suficientemente ebria. Duras han sido las lecciones, aunque más duro fue aprender a levantarse mientras el resto del mundo parecía esperar una respuesta que nunca fue la acordada.

Sin embargo, aquí estoy, con la piel y el corazón a rebosar de magulladuras. Heridas que en su momento pensé: no cicatrizarán en la vida.

Curioso es el destino que aguarda a aquel que no tiene nada que perder.

Y yo, vida mía, malgaste casi todo mi cariño en un amor que jamás fue correspondido.

jueves, 17 de septiembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Carretera

He regresado, tras varias semanas fugado. Al final se convirtió en una extraña carrera entre mi conciencia y mi corazón. Al menos al volante pude comprobar que realmente era yo, evitando tormentas mentales, descansando en bares olvidados en mitad de ninguna parte.

La primera parada de mi viaje me llevó a conocer lo que antaño llamaban el Cabo del Fin del Mundo, y de manos de un par de soñadores compulsivos, llamados Kinyla y A., recorrí las calles de la ciudad en donde acaban los pasos de tantos y tantos penitentes que aguardan purgar cada uno de sus pecados. De Santiago estoy hablando, por supuesto, de sus magníficas gentes y mejores platos. Incluso el Sol se permitió el lujo de acompañarnos, sin más remordimientos, sin más nubes que oculten tenebrosos pasados.

Al encuentro del miedo recorrí la distancia que separa mi hogar de la otra punta del mar. Una semana entera, para mi, sin ningún temor a compartir, nada que esperar y un mar en calma donde poder disfrutar. Poco he de añadir aquí, salvo la extraña persecución que tuve con un Pequeño Gran Templario. Como el perro y el gato, aunque esta vez no pudo ser. Mi gran despiste jugó una mano que jamás hubiera deseado.

Un final adecuado para tanto viaje, tanta carrera. No sé quien de los dos ha ganado, lo poco que he llegado a saber es que por fin, por fin he cambiado. Más tranquilo, incluso con la bienvenida en forma de lluvia, frío y miradas de soslayo de esta maldita ciudad, en donde una vez perdí cualquier tipo de ilusión. Donde hubiera sido mejor entregar mi corazón al primer repartidor por si, gracias a la buena suerte, acaba en un buzón y en manos de unos labios que no deseen triturarme sin compasión.

Me acerco a la ventana y observo como el cielo llora... tapo el cristal con las cortinas, giro, sonrío y me preparo para un nuevo día.

Jódete. – pienso – Porque esta vez lloras por una historia que no es la mía. -

jueves, 27 de agosto de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Rosa

Que esta pasión mía sea testigo y carcelero de estos brazos que nunca te han poseído a cielo abierto.

Que esta pasión mía se convierta en mi mayor don y mi peor castigo.

Que esta pasión mía sea el principio y el fin de todos los sueños que siempre he tenido.

Que esta pasión mía se transforme en mi única guía y en mi peor pesadilla.

Que esta pasión mía ilumine mis pasos por esta tierra baldía.

Que esta pasión mía sea capaz de llevarme a casa cuando pierda toda esperanza de poner tu vida junto a la mía.

Pues en esta, mi última hoja confieso todos mis defectos: siempre viviré una vida repleta de ilusión. Solo o en compañía.

Por lo tanto lo único que me llevará a la tumba será un sentimiento traicionero. Uno de esos que tanto deseo, casi tanto como uno de tus besos.

N. del A: En breve comienzan mis esperadas vacaciones, las cuales me llevarán literalmente de una punta a otra de la Península.

Renovaré energías todo lo que pueda, aún me queda muchísimo camino que recorrer, en el que espero recomponer mi maltrecho corazón. Quedan muchas más historias que contar y muchas calles de Madrid y otras ciudades que saborear y compartir...

Por supuesto, mis estilográficas y mis cuadernos no me abandonarán durante el viaje, pues creo que ni quiero ni puedo desengancharme...

Hasta dentro de dos semanas – como mínimo –, mis fieles soñadores y... soñadoras.

jueves, 20 de agosto de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Reflejo

Ojos que observan, temblorosos. Devoran la niebla, la renuevan con lágrimas que caen sobre las llamas de vanas esperanzas. Se enredan en telarañas, tejidas por tantas y tantas noches mal dormidas y peor sudadas. De lunas cascabeleras que se burlan de las vidas que buscan refugio en camas ajenas. Con los días que pasan, noto que ya no estas tan cerca. Aunque no eres tú quien esta vez se aleja; soy yo el que se marcha en busca de nuevas puertas donde me permitan desembarcar mi pena.

Intentando olvidar las veces que lo aposté todo a la única carta que llevaba tu nombre. Aguardando con hambre las resacas de ropa mezclada entre la puerta y tu cama. Oí comentar que te has vuelto más dura, más insensible. Yo, en cambio, he conseguido ahogarme en un mar de dudas. De esos que caben en el dedal que usaba para remendar las herida causadas por caricias bajo los hielos de cualquier cristal.

Escuché que te olvidaste de mi nombre. Aunque me sorprende de verdad que todavía no te hayas dado cuenta que no me importa lo mucho que intentes ignorarme, borrarme o aniquilarme. Siempre que te veo cruzar por delante de aquel escaparate sueltas una lágrima que riega la flor, única testigo, del único beso que conseguí robarte.

Que extraños días, caminando entre nubes de tabaco y bostezos por un final mal acabado. Puede que sea por el calor, por estas ganas de romper con todo aquello que una vez nos ató. Comenzando por esta siniestra sombra que, en cualquier lugar y sin razón, me clava tus recuerdos como un puñal. A menos de un metro de mi conciencia distingo las calles, los bares, los parques y las tiendas donde alguna vez mis manos se perdieron entre tus piernas. Soldados cansados de aguardar ese último asalto que nunca llega. Hastiados de mirar al cielo con el miedo al olvido eterno desdibujado en cada beso y en cada segundo que el reloj lo recordó, siempre con el barro del amor hasta el cuello.

El cansancio me pesa, muy a mi pesar. Cansado de jugar con reglas que nadie se ha molestado en explicar, casando de que cada vez que suena el despertador, me dé la vuelta y no encuentre más que páramos de tela, que se olvidaron a qué sabe tu piel recubierta por el sudor de una noche de puro placer.

Cansado de seguir adelante, obligado por sueños que lo único que quieren es verme caer sin remedio a tus pies.

Cansado de recordar tus besos cuando nadie me ve...

jueves, 13 de agosto de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Báculo

Supongamos que deseo perderme en un sueño. Imagina que lo único que me conviene es seguir paseando entre arboledas que susurran sueños al viento. Sospecha que pase lo que pase siempre jugaré con la idea de recorrer el elástico que se aferra a tus caderas. Imagina que cada vez que me buscas no me encuentras y cada vez que te busco me pierdo entre miles de letras, palabras mal escritas, caricias por un día.

Considera un puñado de posibilidades, tantas como besos que nunca nos hemos dado. Piensa en cada palabra que jamás nos dijimos, miradas con puntas afiladas de lascivia. Sospecha que nada de lo haces merece la pena, dejando de lado el brillo de las sonrisas, maquilladas por tantos carmines color desconfianza. Ni todas tus ropas, ni todas las horas que marca mi reloj, valdrán para volver la vista atrás.

Figúrate que no hemos perdido a tantos como creíamos por el camino, puede ser que ellos nos perdieran a nosotros. En su afán por ser ellos mismos, abriendo senderos por los que ya nadie desea pasear. Mirar las estrellas, como tantas veces las observé reflejadas sobre tus pupilas porque simplemente esa noche no me quería marchar.

Supongamos que las olas del mar no escupen malos recuerdos, que la piel no se quema con tanta fotografía que anhelas olvidar. Supongamos que me niego a olvidar tus besos. Que me cansé de robarle a la luna todas esas oportunidades, las que te llevaste al cerrar las sábanas que cubrieron las caricias que nos dimos en todos y cada uno de esos malditos bares.

Supongamos por un momento que estoy hablando de tu pelo, de tus ojos, de tus labios, de tu cuerpo. Supongamos por un instante... que jamás me cansaré de ti.

viernes, 7 de agosto de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Juez

Entre las grietas del mundo me muevo, deslizo mis pensamientos, acaricio con mis dedos sombras que se filtran entre claroscuros. No miro al suelo como tampoco lo hago al cielo. Buscando rastros de una vida sin sueños he alcanzado los límites del universo. En mi camino me crucé con cientos de vidas metidas en sus correspondientes burbujas, pisé por aquellos páramos en donde sólo los locos escriben poesía sobre piedras para abandonarlas en las cunetas de cualquier corazón. 

Intercambié palabras, historias inventadas, con hombres y mujeres cuyo único propósito fue la ambición, el dinero, ganándose un sitio en lo más hondo de la desesperación. Como también con tinieblas que se abandonaron a la más pura sin razón, dentro de sus mundos fantásticos, cubiertos por el manto de la guerra, de la magia, y de tantas otros cuentos que jamás supieron quien les observaba al otro lado del espejo.

Vi romperse corazones que aparentaban ser más duros que el propio hielo, con sus gritos y aullidos paralizaron civilizaciones enteras. He reído cuando debería llorar y no he derramado una sola lágrima al notar como mi alma estallaba en mil pedazos. Luché por causas perdidas y mi imaginación me traicionó construyendo quimeras en jardines donde su sólo encontrás rosas de cristal.

Puede que te esté mintiendo, puede mis sentimientos, guardados bajo llave, no dejen nunca de golpear las paredes de su encierro. Tal vez no sea mas que un juglar con ganas de cantar proezas que alguna vez alguien tuvo el valor de realizar. Pero después de tanto dar vueltas sin parar, he de reconocer que si alguna vez he de morir, le pediré al verdugo que me ahorque con tu cabello... como último deseo y nada más.

domingo, 2 de agosto de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Cereza

El humo del tabaco se escapa por todas las heridas mal cicatrizadas, siete días y dos docenas de sueños tirados a la papelera me encuentro nadando en una piscina de lágrimas jamás derramadas. Secando al sol cada una de mis sonrisas cubiertas de nicotina, sin ninguna clase de sabor. Como me gustaría poder devorar todos esos kilómetros que me separan de una vida normal. Sin la necesidad de imaginar, de volar por encima de la trivialidad. Amparado en muros de papel, en donde tras ellos ya ninguna caricia quiere continuar frotándose las manos con sal antes de posar sus gélidas yemas sobre una piel que ya no tiene nada que perder.

Tras tantos años, navegando sin rumbo, sin nada con lo que traficar, me he dado cuenta de un detalle importante: mi propia felicidad. Siempre la he buscado en labios y abrazos a los que les importaba un carajo mi nombre o si realmente me querían volver a ver. Copa tras copa y bar tras bar, lo único que me he podido llevar con toda la tranquilidad son los bolsillos llenos de humo y de sudores fríos recogidos de cualquier vaso de cristal. Elijo el reconfortante sonido del polvo al posarse sobre mis papeles, los mismos que una vez despreciaste por contener historias increíbles, fantásticas, que ninguna mente con todas las facturas tatuadas sería capaz de sospechar.

Me quedo con mi mano inquieta, sosteniendo una sencilla estilográfica, gastando a manos llenas cientos y cientos de palabras escritas con tinta. De recuerdo, uno de tus besos con lengua, de esos que nunca me dabas. Pues ya tenías a tu lado a uno con los pies en la tierra. No como yo que siempre me gustó andar cabeza abajo. Un día de estos cuando ya no posea nada que pueda perder, supongo que los terminaré posando en el mismo suelo donde, con vinagre y mucho periódico sobre deportes, riegan los proyectos de mentes llenas de reflexiones alocadas, de noches en vela acariciando tu cuerpo con la punta de mis dedos, de preferencias por seguir riendo o de escuchar, durante horas, las historias de un niño pequeño.

Puede que llegue ese día, puede que me canse y decida que ya nada merece la pena. Pero hasta entonces, siento desilusionarte, pues mis sueños siguen guiándome a través de esta ciudad incierta, no sé si con alguna meta o planes para el futuro. De lo que sí estoy seguro, es que cada vez que te miro, me da rabia saber que vendiste todas tus quimeras por creer que la vida no acabaría con un sonrisa. Como muchas veces soñé que sería nuestro final...

sábado, 25 de julio de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Pomo

A escondidas, cuando el viento no se da cuenta. Huyo de acera en acera buscando recuerdos que he perdido entre tanta cerveza y tanto cigarrillo. Sombras que ocultan sombras, piedra sobre piedra. Las nubes ofrecen un poco de tregua y mi pasos me llevan a cada uno de los portales en donde alguna vez rompimos cristales con nuestros labios y nuestros corazones.

La persecución ya no me lleva a ninguna parte, por ese motivo prefiero caminar sin rumbo fijo. Mezclándome entre la gente en un desesperado intento de pasar desapercibido. Evitando tu mirada, pues no existe otro lugar en la tierra en donde desee, ahora mismo, ahogarme que no sea el oscuro pozo de tus pupilas. Me niego a caer de nuevo, ahora no, por fin encontré un camino que se aleja de las arenas movedizas que dieron forma a tantísimas noches buscando alguien a quien querer. A cada paso que doy, lo reconozco, dejo un pequeño rastro con los despertares desmigados por bocas que nunca tuvieron suficiente para saciar su apetito desmedido.

Supongo que por mucho que me aleje, aunque me esconda en mil soportales diferentes. Incluso si Madrid se pusiera de mi parte, jamás hallaría un lugar en donde reposar. Mi imaginación, un paso por delante, descartaría cualquier cama, cualquier mañana, sin ni siquiera pestañear. Abandonándome a mi suerte, espiándome para así apuntar la siguiente falda con la que he de tropezar. Ni mis más salvajes sueños poblados de primigenios, de tinieblas perezosas, son capaces de señalarme con el dedo, zarandeándome para ver si recupero el norte. Incluso en ellas, al buscar un poco de amargo consuelo, todo mi esfuerzo es insuficiente porque también han definido sus propios límites con la realidad.

Varias semanas después, ignorando tus llamadas, excusándome de la forma más barata... sin darme cuenta de cómo ni por qué, aparezco en frente de la puerta en la que nos besamos por última vez. Donde el mundo era tan brillante como el piercing de tu ombligo. Donde no nos importó ni la mirada inquisitiva de los vecinos ni que la ropa formase un camino directo hasta ver un nuevo amanecer.

Resulta realmente desesperante que cada vez que intenté olvidarme, que intenté escapar... todos los malditos mapas, todas las señales, cruces y calles me conduzcan directamente hasta tu piel.

martes, 21 de julio de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Vestido

Atención: Relato Corto Erótico.

Sus ojos color avellana, el pelo negro, liso revoltoso sobre sus hombros. Mi vista se pierde por los vuelos y estampados de su vestido de verano. Preciosas sandalias, la esclava de su tobillo danzaba de un lado a otro; sus hombros, su maravillosa nuca.

Levantas la vista, nuestras miradas se cruzan y siento como esbozas una ligera sonrisa. Mis ojos te persiguen como perros de presa, esquivan transeúntes y si fuera necesario, los atraviesan. Cuanto te alcanzan, aferran tus tobillos con fuerza, ascienden recreándose por tus piernas al delicioso compás que impone tu cadera. Sin prisa, juegan al gato y al ratón con la pequeña cadena que continua dando vueltas presumiendo en su particular tiovivo. Se empapan en los transparentes pliegues del vestido. Atrevidos, buscan cualquier resquicio para continuar jugando a creer que en vez de mis ojos son mis labios los que recorren tu piel.

Mis ávidas pupilas clavan sus uñas en tus nalgas, dejando su huella marcada mientras ascienden acariciando tu espalda. Descansan un momento debajo te pelo, reposando plácidamente sobre tu cuello. Ruedan por tus hombros, muerden con ganas los pequeños tirante que salen a su encuentro. Pierden el equilibrio, a trompicones lamen tus brazos; en un último intento desesperado se abren camino a través de la palma de tu mano, rozando suavemente la yema de tus dedos.

El juego se congela, te detienes un instante, giras un poco la cabeza y ahora son tus ojos los que me atraviesan. Mi corazón se desboca pidiendo a gritos un poco de tregua. - Joder, eres preciosa. - , pienso mientras tu sonrisa ilumina todo lo que te rodea. Sin previo aviso, un crujido ensordecedor y el cielo se resquebraja. Como suele suceder en verano, con toda su furia una tormenta estalla. Al instante, un relámpago seguido de un trueno deshacen la tranquilidad de la tarde. El suelo vibra, los cristales se estremecen. Ha caído muy cerca del centro comercial en donde mi vista te desnuda a cada paso que das.

Tan pronto las luces se apagan, las de emergencia comienzan a funcionar. La lluvia azota con ganas, pudiéndose notar como repiquetea en cada cristal. Avanzo entre el gentío, perdiéndote en la oscuridad. - Ya es mala suerte que... -, mis pensamientos se interrumpen al notar un cálido contacto, una suave mano que me atrapa. Mi corazón se detiene dulcemente al sentir como tus dedos se entrelazan con los míos. Me conduces a un lugar apartado. El sonido de un pomo al girar me indica que has abierto una puerta que conduce a un pasillo prácticamente consumido por las tinieblas.

Te detienes, sin darte la vuelta, atrapas la única mano que aún permanece libre. No nos movemos, me convierto en un prisionero entre tus dedos. Nuestras manos descansan sobre tu abdomen. Doy un paso más, tan cerca que mi aliento aparta mechones de tu pelo. No me atrevo a nada más. Siento tu respiración, tu pecho sube y baja al mismo ritmo que mi corazón trepa desbocado por mi garganta. Los latidos se congelan en el mismo instante que mis labios rozan tus hombros. Tus manos me aprietan y me quedo petrificado a escasos milímetros de tu piel; saciándome con tu perfume.

Te revuelves ligeramente, obligándome a rodearte por completo con mis brazos. Estas van a ser las reglas del juego: mis manos posadas sobre las tuyas, sin ni siquiera rozarte, deseo en estado puro, llevándome al límite que me separa de tu cuerpo.

Nuestras respiraciones se esparcen por el pasillo, al coro se une el leve siseo de tu vestido cuando las caricias se deslizan por tu cadera, despacio, sin ningún tipo de prisa. En la penumbra percibo como tus ojos se cierran y en tus labios se dibuja una sonrisa medio abierta. Me guías por tu abdomen, olas de tela se forman con el único propósito de impedir nuestro avance. Las caricias se mezclan, se detienen, describen ligeras espirales que bordean tu ombligo. Buscas el comienzo de tus sedosas piernas.
Me desespero por no ser yo quien lleve las riendas de este juego, me callo, asumiendo que mis sentidos se colmen con sus sueños.

Sin darme ni un segundo, buscas la cara interna de tus muslos, con una lentitud digna del mejor de los asedios. Tu vestido se retuerce con docenas de pequeños remolinos, desiste y nos deja libre el camino. Tus manos se separan, una de ellas asciende de nuevo por tus caderas. No permites que mis manos rocen tu piel pero noto el deseo fluir por cada poro de tu cuerpo.

Tu mano derecha ya ha esperado su tiempo, juguetona busca el camino más largo hacia tu ingle. Consigue encontrar un hueco entre los elásticos bordados de tu ropa interior y, al apartar la pequeña prenda, un acogedor calor nos da la bienvenida a los dos. Mientras, tu mano izquierda descansa apacible sobre uno de tus pechos. Ambos reciben su dosis de caricias, salvo por pequeños arrebatos que arrancan gemidos de tus labios. Tus deliciosos pezones están dando buena cuenta de tus roces.



Acostumbrados ya al calor sobrepasas el monte de venus. Imagino como tus dedos arrullan tu sexo. Los míos han de conformarse con alguna caricia robada, pues ahora mismo mi mano es prisionera entre tus muslos de terciopelo. Me firmas un salvoconducto cuando resuelves que ha llegado el momento de sumergir el dedo corazón en tu sexo. Suspiras hondo y yo me consumo por dentro. No nos movemos. Aferras sin miramientos tus pecho cuando inicias el baile sobre tu propio cuerpo. Al tiempo, mis labios desesperados recorren tus hombros, rozándolos, saboreándolos con pequeños besos.


Entreabres un poco más las piernas, aumentando de manera sutil el ritmo de tus caricias internas, tu preciado néctar se desliza por nuestras manos. La temperatura aumenta, mi dedo corazón guiado por el tuyo retiene cada momento que pasa entre los pliegues de tu sexo. El resto de dedos aprietan y abrazan, montando una placentera guardia alrededor de tu vulva. Tus suspiros se tornan en gemidos contenidos, recuestas la cabeza sobre mis hombros, cada milímetro de tu piel no tarda en ser devorado por mis labios.


Tu cuerpo tiembla, se estremece, tu sexo se contrae de puro place. Recreándote en los últimos momentos, permanecemos unos instantes, deliciosamente eternos, sumergidos en tu cuerpo. Las respiraciones se van calmando. Tus manos se retiran y me obligas a abrazarte de nuevo. El tiempo transcurre sin decirnos una sola palabra, mis brazos estrechan tu cuerpo; con una sonrisa tuya me robas el aliento, inundándome con el aroma que desprende tu cuerpo.


Halagada, acomodas tu ropa, das un paso y te separas. Girando sobre ti misma, cara acara nuestras manos van ganando distancia. Me ofreces tus labios y nos fundimos en un intenso beso, nuestras lenguas no pierden un sólo momento. Te abrazo, una mirada cargada de deseo. Te apartas y mi corazón te sigue como si de un perro fiel se tratara.


Suspiro, introduzco las manos en los bolsillos. No sé ni cómo ni cuándo lo has hecho, saco un trozo de papel. Lo abro y, justo cuando escucho la puerta cerrarse a mis espaldas; consigo leer tu nombre y un número de teléfono...

lunes, 13 de julio de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Tunel

Silencio. No te muevas.

Que hoy quiero robarte un beso... porque, por una maldita vez en mi vida, necesito saborear el cielo.

jueves, 2 de julio de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Gaznate

Unos cuantos días igual, casi no me percato de todo lo que he llegado a cambiar. El despertador indica que volvemos a empezar, bien temprano y sin poder evitarlo de un guantazo le mando a por un vaso lleno de zumo. Debajo de la cama ya no me apetece ni mirar, si algún calcetín decidió buscar aventuras, me alegro por él. Ahora supongo que descansará sobre el lomo de algunos de los monstruos que ni yo mismo tuve el valor de sacar a pasear. Ya tengo bastante con evitar las zancadillas lanzadas por mi propia sombra al caminar.

Veinte minutos más tarde, la gran ciudad me mira de nuevo mientras las últimas estrellas con ganas de juerga se asoman por el resquicio de la puerta; para ver si a alguien le apetece pagar la penúltima ronda antes de marchar. Hoy no tengo ganas, en otra ocasión me conformaría con un par de sonrisas junto a una botella vacía. El tiempo ni quiere apretar, se conforma con esperar, buscando mano de obra barata y así continuar desgranando unas cuantas vidas más. Los párrafos se suceden, se mezclan, se pierden en las distintas estaciones de metro. Las páginas blanden historias que nadie se atrevió a soñar. Pocos los privilegiados que jamás se han atrevido a despertar.

Me deslizo, me dejo caer y amago. Arrastrando todas aquellas voces que alguna vez gritaron para silenciar un dolor realmente amargo. Entre fintas y giros de cintura me dejo llevar y bebo de los primeros labios que salen a mi encuentro. Decididamente este es mi juego, te guste o no, ni pienso dejarlo ni creo que sea necesario revisar mi propio honor. Prefiero llorar de alegría antes que reír para evitar una mirada inquisitiva. De nube en nube con mis textos en la suela de los zapatos curioseo en todas y cada una de las vidas que no me ha tocado jugar.

No te preocupes, que cuando quiera conversar ahí estaré, aunque no me queden más cojones, aunque mi mente divague y se invente mil situaciones. Conmigo puedes contar, como si únicamente me quieres ver para cruzarme la cara y advertirme que ya está bien de tanto imaginar. He aprendido que aunque no comprendas todo lo que te pido, incluso al poner ese gesto de rechazo al hablarte de mundos que ni siquiera has visitado, este es mi sitio. Pues en ningún otro me han aceptado o me ofrecieron cobijo.

Y todo aquel quiera volver a soñar... de sobra sabe que siempre será bien recibido.

miércoles, 24 de junio de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Tecla

La situación, insostenible. Mi mente continúa pactando con cualquier miedo que esté a su alcance. La habitación, únicamente cuatro paredes que no dejan de menguar. El mundo, una pequeña fiesta a la que de momento nadie se atrevió a faltar. Incluido yo. Desde los rincones más oscuros, desde los páramos más desolados ni mis gritos ni lamentos puedes ya escuchar. Afónico, lagrimales hastiados de tanto suplicar. Los pasos ni producen ya el eco del alegre caminar.

El teléfono se queja porque nadie tiene ganas de contestar... al fin y al cabo, las respuestas monótonas siempre han entrado en una hoja en blanco. Por eso te pido, por eso te suplico que me eches un cabo, tiendas una mano. Hoy más que nunca deseo perderme sin más conversación que la de saber que tu sombra permanece aquí, a mi lado. Recorramos la ciudad, sumerjámonos en este mar de cristal, de vigas retorcidas, de miradas y cuerpos fabricados a medida. Sin peros, sin excusas a medio peinar, se nos hace tarde, hoy me es imposible dejar de soñar. Un juego de malabares, terco como un niño que no quiere dejar de jugar porque dio cuenta de que al crecer, todo los sueños que atesoro serían moneda de cambio para canjearlos por un pedacito de ilusión.

Hoy quiero ser ese niño, saltar de nuevo sobre los charcos, regresar a casa sabiendo que he sido malo, perseguir mil pájaros volando. Reírme porque esa mariposa coquetea contigo mientras tú te pones deliciosamente nerviosa. Contar las estrellas, mientras me permaneces en silencio, a la espera, me equivocaré de nuevo y volveré a empezar... no necesito ver tu sonrisa, puedo componerla con todos los guiños que me devuelve el cielo perlado de tu mirar.

Aunque me quede en silencio, con la vista perdida en algún lejano sentimiento, por favor, no me lo tengas en cuenta. Soy así, no lo puedo evitar, mis sueños, mi imaginación de niño pequeño siempre va un paso por delante de lo que pienso. A veces puedo controlarlo con algún caramelo, alguna esperanza vestida de terciopelo. Si te contara realmente todo lo que pienso, creo con toda mi alma que tus labios jamás pronunciarían mi nombre de nuevo. Y eso me aterra, me ahoga en una niebla espesa. De verdad, que no quiero creer los motivos que un día expusiste para no volverme a ver.

Algunas veces me canso, me aburro de dar vueltas en círculos, dejando que mi corazón recoja el testigo y continúe con mis escritos. Aun a sabiendas que en la caja donde guardo todos mis sentimientos, hace tiempo que no guardo ni uno bueno. Ni uno solo que pueda ofrecerte, todos aquellos que alguna vez sirvieron para que te fijaras en mí, han volado o me han abandonado. Algunos lo he tenido que vender al peso para secarme las lágrimas que me impedían ver el cielo.

Por eso te pido que no te vayas, que no me dejes solo en este mundo incierto, porque a pesar de todo, yo me sigo riendo de todo lo que me hace sentir como un tonto bajo la atenta mirada del espejo. Incluso, en los peores momentos, siempre obtendrás de mí esa sonrisa cálida aunque por dentro mi corazón se haya convertido en un témpano de hielo.

Porque de un tiempo a esta parte... lo que me aterra, lo que verdaderamente me acojona... es fijarme en tus ojos y no verte sonreír.

miércoles, 17 de junio de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Piel

Inevitable. No le des más vueltas, en nada ayuda sentirse como un animal acorralado. Las dentelladas y zarpazos acarician el aire. La única respuesta que obtienes es la frustración producida por la falta de enemigos reales. Todas las malas hierbas a las que pusiste freno, ahora abrazan tu cuerpo, constriñen tu alma y realizan transfusiones de su sabia envenenada para que sientas todo el fuego de la desesperación recorriendo cada palabra, cada gesto, los fútiles intentos por engañarte a ti mismo, por pensar que por una vez lo estas haciendo bien.

Ni siquiera te has parado a pensar en que la linea de tu bien y de tu mal, de todo aquello que no te has atrevido a pensar, nunca ha sido flanqueada. Tus sueños se quedaron retorcidos en un oscuro lamento mientras que te has ido alejando siempre al compás de besos que nunca lo tenían demasiado claro.

En cambio, ahora soy capaz de distinguir los muros que me rodean, los que se interponen entre mi ansiada meta y las olas que baten con furia mi dilatada conciencia. El camino me ha sido mostrado por todos aquellos que me habían olvidado, aunque reconozco que reunir fuerzas resulta un esfuerzo titánico. Y aún mirando todo aquello que he ganado, siento tristeza por todas los ojos y suspiros que tendré que dejar tirados, en lo más hondo de la cuneta.

No me olvidaré de ellos, simplemente necesito tiempo para conquistar los horizontes a los cuales fui cerrando puerta tras puerta. Las prisas no tienen cabida, más si cabe tras derrochar tantos granos de arena que llevaban mi nombre.

En este momento, me toca dominar todo lo que fue capaz de dominarme a mí. Incluso con la duda asaltándome al grito de: ¡La bolsa o la vida! Convencido estoy, al final del tortuoso camino me cruzaré con una sonrisa cálida, esbozada por el niño que un día fui.

Tenderá su mano y dirá medio llorando: ¡Vamos, has tardado! Tus sueños y yo te estábamos esperando.

jueves, 11 de junio de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Música

Vaya, que extraño sentimiento. Incluso sentado en el parque, con el sol calentándome la cabeza con sus interminables historias, noto mi pequeño mundo congelado, detenido en cientos de reflejos cristalizados. Momentos inciertos, instantes coagulados y sentimientos presos en cárceles fuego y hielo. Mientras tanto, el mundo me espía, susurra finales para cada gota de lluvia y, aunque parezca mentira, me anima a seguir adelante, a luchar contra corriente.

El final de demasiados túneles han pasado por mi mente, tantas veces intenté dar ese paso hacia ninguna parte que ya no me creo a los viejos titiriteros con sus marionetas grotescas. El baile se repetirá hasta que suenen las trompetas del día del juicio final. Si alguna vez te has dado cuenta, si has conseguido distinguir una pequeña niebla que todo rodea, sus manos frías impiden a tus tristezas gritar al viento, quedándose afónicas esperando una respuesta que nunca obtendrán.

Sentirás esa necesidad de correr, de huir, que tu loco caminar termine donde terminamos todos a los que nuestra vida dominan los sueños. Nuestras ganas de oír miles de risas al viento. Simplemente déjate llevar, cuando has descubierto el truco, ya no existe la vuelta atrás. Lucha con todas tus fuerzas, pues en el momento que salga la luna, tus miedos se mezclarán con las sombras y jamás se dejarán atrapar. Espero que no tengas que partir de nuevo, traficando con besos y con lágrimas de ojos ajenos. Lo viví una vez, te aseguro que deshacer la vereda de los sueños muertos no es un viaje agradable, sin buena compañía, hasta tu propia sombra apostará en tu contra a la primera oportunidad.

Todo esto, tomalo como un consejo, pues he sido de los pocos que ha trepado desde el infierno, aceptando cada uno de los errores cometidos, por mí, por todos mis compañeros y por mi el primero. Y verás, me he cansado de tanto jugar al escondite con mi propio sufrimiento.

Ahora, una vez terminado mi proyecto, extiendo mis alas, formadas con todos mis miedos, sujetas con cada una de las lágrimas que derrame al verte besar y sudar en labios ajenos. Me pongo en pie, te dedico mi último beso y me lanzo contra aquel maldito sol que tantas veces se burlo de mi dolor que le era completamente ajeno.

Y mientras el vapor de mi antiguo mundo rodea mis pensamientos, la ira colma mis últimos momentos. Veremos quien de los dos se abrasa primero.

jueves, 4 de junio de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Ensoñación

Entre olas de terciopelo me desvanezco, una vez comenzado el sueño el navío no se detiene. Los siete mares he recorrido, buscando sin descanso la equis que me indique dónde está mi destino. Mis guías: las nubes, el sol y las estrellas del firmamento danzando en macabros bailes, señalándome siempre el rumbo a ciudades, cuyos tesoros jamás poseería el hombre.

Intenté controlarme, evitar se atrapado por aquella lastimera niebla que a todos los viajeros nos envuelve. Curiosidad pasajera que va y viene según escuche las nuevas historias que portan las olas y las gaviotas. Cuando por fin entendí el significado, era ya demasiado tarde, demasiadas durezas en esta mente que todo lo desea y nada tiene. Zarandeado por una mezquina tormenta, vislumbre los faros de las islas malditas, ningún navegante decidió anclar su nave en tierras tan impías.

Heme aquí, rastreando senderos, sin mapas ni porteadores. Incluso las estrellas ya no parpadean con el sutil canto de las sirenas. Sin posibilidad de retroceder, el destino que me aguarda siempre será peor que todo lo que no podemos conocer. Renuncio, ni persuadir a mi mente logro. Me rodea una vegetación malsana, enfermiza que todo devora, alimentándose de los sueños de personas inocentes que siempre han preferido volar lejos, aunque jamás poseyeran el valor de sostener su propia mirada en el espejo.

Cada vez más cerca, las tinieblas cierran los pasos, las opciones se evaporan con el calor de un sol que ya ni produce sombras. Anhelando mi corsario velero, me cruzo con pesadillas y terribles criaturas que pueblan las ansias y los deseos de noches de ojos abiertos y despertares ligeros. Preguntan el por qué de mi atrevimiento, si guardo alguna esperanza de regresar junto aquellos, que el día de mi partida, no soltaron ni una lágrima de despedida.

A mirar atrás no me atrevo, de memoria conozco el tortuoso camino que termina justo donde mis pies se paran. Continuo pese a las amenazas, que tantas veces lanzaron en un futil intento de torcer el destino que siempre me ha pertenecido.

En esa singular aventura, amigos no tengo, pues en el momento de levar anclas y entonar la vieja canción pirata, me dieron la espalda, argumentando que mis sueños no me llevarían a buen puerto.

... pues hacia la Muerte zarpamos, y es la Muerte quien gobierna el timón cuando navegamos...

jueves, 28 de mayo de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Esencia

Cuando la misma roca se deshace en tus manos, al pisar el cielo descalzo. Ni siquiera la lluvia o el viento esparcen lo inevitable. Intentando luchar contra los elementos me he dado cuenta de un detalle sin importancia. Mi alma lidera una revuelta, impasible observa desde su fortaleza, mueve piezas, desangra la tierra, roba la esencia de cientos de cajas de pandora que están a punto de abrir sus gritos al mundo.

Mientras todo esto sucede, mi perversa mente ha decidido que no se está tan mal del todo viviendo en su propia nube...

Sin tiempo a reaccionar, el infierno se desata, sin un adiós, sin un nos veremos, ni estrechar las manos podemos. El corazón ha dejado de latir, el cerebro roto en mil partes que se clavan allá por donde se esparcen. Los músculos arden hasta convertir en ceniza la propia sangre...

Abro los ojos, a pesar de todo el mal sueño a terminado, sin embargo despierto para encontrarme en otro y después en otro y en otro...

miércoles, 20 de mayo de 2009

La TInta, el Tintero y... la Ráfaga

Esta vez son mis pies los que se niegan a correr, se han dado cuenta que los perros que nos persiguen tampoco es que tengan demasiadas ganas de morder. No es que deba quejarme, por primera vez las arenas del tiempo han dejado de caer; rodando por el suelo para deleitarse con la visión de mi propio desespero.

Si he de ser sincero, ando algo cansado de perseguir quimeras únicamente con mis propias manos, corriendo sin rumbo fijo. Jugando a cambiar el amanecer de lugar. A la mierda, que mal miento, me encanta perseguir sombras al caer la noche y ni siquiera percatarme que pasas a mi lado.

El siguiente cigarrillo que me encienda se lo dedicaré a todos esos bastardos que una vez me señalaron, me tacharon e intentaron hundirme, pensando que estaba acabado. Siete días noches con sus lunas me han saludado con un sólo dedo de sus manos, pienso que no todo puede ser tan malo, a lo mejor me estampo contra alguna sorpresa, desagradable o no. Aunque ahora mismo poco me importa, primero he de encontrar un par de objetos. El primero: mi sueño, por las noches termino contando todas las cicatrices que mi alma esconde tras nubes de simpatía y sonrisas de papel charol; y, la verdad, no puede ser nada bueno.

El segundo: el puñetero libro de instrucciones, que por más que aprieto botones y muevo resortes, al maldito programa de centrifugado parece que no quiere terminar jamás; creo que mi corazón, a parte de estar harto, se está mareando de tanto girar...

miércoles, 13 de mayo de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Moderación

Si alguna vez has sentido la necesidad de salir corriendo hacia ningún lugar en especial, si nadie a quien hablar. Gritando sin parar que por favor te dejaran en paz. Sólo con tus sueños, a solas con tus pensamientos. Observando como tu felicidad difería bastante de todo lo demás, mientras pretendes echar a volar con tus pies de plomo anclados a la realidad.

Antes de que este maldito suelo de cristal se rompa el mil pedazos, hundiéndote, arrastrando y cortando todo lo que encuentre a su paso. Me lanzaré al vacío, por esa pequeña grieta que tantos han ignorado. Volveré a la guerra de trincheras con mi corazón ensartado a modo de estandarte. Esta vez nadie se interpondrá entre mi ansiado camino. No te recomiendo que lo sigas, no estará salpicado de bellas vistas, ni momentos felices, ni siquiera de sonrisas aparentes. En el viaje te cruzarás con momentos espinados, lamentos ahogados y lechos de ortigas por si quieres descansar y olvidar tu pasado.

¿Te resulta triste? ¿Pesado, tal vez? Si es así, deja a un lado tu equipaje, lleno de sueños que nunca te conducirán a ninguna parte. Caminarás más ligero, más liviano para poder enfrentarte sin ningún miramiento al descontento y a la desesperación que dan forma a este paisaje.

Es cierto, no te he comentado cual es la recompensa a tantísimo sufrimiento. No existe, por más que busques. Aunque esto no es del todo cierto, tampoco voy a desesperarte... la recompensa es real; únicamente has de poseer el valor para querer acompañarme en este singular viaje.

domingo, 10 de mayo de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Engranaje

Y... ¡acción! El sonido de la claqueta me despierta. No estoy yo para demasiadas escenas de amor. Durante mucho tiempo he vivido con la certera sensación de tener las manos vacías, de proseguir en esta vida sin ningún objetivo o planes de futuro. Los momentos se deslizan entre las rendijas de la puerta de mi habitación y yo observo, cavilando todo lo que podría haber hecho. Pero, mira tú por donde, no me salió de las narices mover un solo dedo.

Prefiero quedarme en este lugar, si alguien quiere pasar, no hace falta que llame. Nunca he cerrado la puerta, aunque tampoco la abriré sin más. Me cansé de ser el único que escucha, como si al resto del jodido mundo no le importase lo más mínimo ni mis sonrisas ni mis sueños. Al parecer, ya no es suficiente con querer conocer, con necesitar saber por qué los demás derraman lágrimas por algo que yo no logro comprender.

Si te quedas aquí, no te engañes, yo proseguiré con mis ilusiones, mis sueños y mis ganas de retenerlo todo en una sola fotografía. De perderme en casas encantadas, en pueblos malditos y olvidados, a la espera de cruzarme con algún que otro espíritu del pasado, con su piel marchita, las cuencas de los ojos vacías, gritando que dentro de poco nosotros también le estaremos acompañando al otro lado de la vida.

Con una buena taza de café, y algo de compañía, puedo tirarme las horas muertas desparramando todas mis fantasías encima de la mesa. No me importa reconocerlo, soy un soñador que siempre quiso tocar el cielo. Un tonto que siempre da más de lo que nunca recibirá a cambio, que ríe cuando los demás permanecen tristes y que llora cuando todo el mundo juega a seguir siendo otra persona.

Ya sabes donde queda la salida, si alguna vez te aburres, no te lo tomaré en cuenta, ni siquiera que no me hables el resto de tu existencia. Al único que le cuesta salir adelante no hace falta ni que te lo presente. Mi corazón nunca ha pretendido tener buenos modales con aquellos que ya conoce.

Recuerda, si te aburres, si necesitas ver una rara especie, pasa sin llamar; aunque lo más posible es que no todas las veces vaya a estar sonriente ni con ganas de querer hablar.

miércoles, 6 de mayo de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Obediencia

El despertador ha sonado a las seis de la mañana, al pararlo el maldito tiempo se ha ido al carajo. Todo se ha detenido, absolutamente todo ha permanecido congelado. Buscando una salida, me he detenido en cada uno de los rincones donde una vez soñaba que me reía.

Cuando buscas a alguien con quien hablar, a quien confiarse, el mundo se calla y observa. Robándote todos esos momentos que nunca has llegado a compartir.

lunes, 4 de mayo de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Medida

La tormenta anuncia su llegada de la única forma que le enseñaron. El aire retumba y se quiebra con cada golpe en la suave piel del firmamento. Los cristales tiemblan de miedo y reflejan temerosos las contraluces deformadas de los dientes que las nubes muestran con desprecio a todo aquel que se atreve a cuestionar su poder.

La rabia contenida se deja caer en forma de lluvia, lágrimas por mis mejillas. La gente busca refugio como puede, les observo, atareados sin saber exactamente a donde ir. Hace tiempo, decidí huir, esconderme pero en todos los refugios pendía el cartel de Non Grata. Mis pasos se confundieron con los ajetreos diarios, sin esperar más allá del sonido del despertador y de unas cervezas en la barra de cualquier bar.

Sin compasión, sin remordimientos sentía que me quitaban el aire, que no podía reaccionar. Todo daba vueltas mientras me explicaban que lo importante que era para ellos, los beneficios de una vida sin rumbo y sin sentido. El cielo y su tozuda letanía me recuerdan que ya está bien, el asfalto y los titanes de hormigón no me cerrarán el paso. En este bosque ingrato, aquellos que nada ofrecen son de los primeros que debes tener miedo. Al resto ya los iras conociendo.

Me ajusto la chaqueta, lanzo una última mirada a la habitación que me rodea. La tormenta se cierra y distingo las mismas fauces negras que me esperan hambrientas desde hace décadas... me separo de la ventana, corro con todas mis fuerzas y atravieso el fino muro de cristal que me separa de la realidad.

Cuando llego al suelo, me incorporo y sonrío al cielo. Palpo con sumo cuidado, a un lado mi revólver, al otro mis sueños: Es hora de empezar, me digo y el cielo, siempre iracundo, me dedica la sonrisa más taimada que te puedas imaginar.

jueves, 30 de abril de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Estilográfica

Desde mi atalaya consigo divisar el horizonte, el manto dorado de los inmensos trigales se mece por la caricia del viento. Forman curiosas olas. Invitando a pasear, persiguiendo saltamontes. El sol termina de flirtear con las últimas nubes, dejando caer cortinas anaranjadas, de esperanzas dormidas.

Montañas nevadas, a lo lejos encierran mis sueños, guardianes de pesadilla que envían señales de advertencia desde sus torreones, donde lo único que escuchas son risas tristes, historias jamás contadas. A sus pies ríos de lágrimas bañan bosques de ensueño, sus árboles se elevan e intentan rozar el cielo, héroes en formación para una batalla que nunca se libró. Sus escuderos revolotean, cavan, husmean, les hacen cosquillas y en las noches de tormenta sus lamentos se atreven a luchar contra los mismísimos truenos. Incluso algunos se atreven a pisar los campos de oro en grano, curiosos, quieren saber si con ese extraño manto pueden saciar su sed.

Caminos de tierra reseca zigzaguean, bordean en espiral y se pierden entre zarzamoras aún sin madurar. El cielo se abre para saludar a la Luna y su corte de ojos malditos que jamás dejarán de brillar. Los bosques murmuran historias, secretos que nunca se deben escuchar. Si te detienes en sus lindes, notarás como la bruma que les envuelve no posee un color natural. Demasiado condensada para caminar rodeado por ella con total seguridad.

No creas que la noche encierra más misterios que el día. Los temores más retorcidos los puedes encontrar en cada rincón, no los mires fijamente o caerás sin remedio en la angustiosa locura de un perpetuo amanecer.

Las tierras de ensueño no son para los viajeros que buscan consuelo. Sus ciudades de alabastro guardan, codiciosas, a los malditos que aborrecen soñar. Comercian con miedo y telas, desde las bodegas de los barcos, encofrados con pedazos robados al propio mar, surgen los cofrades, cuya única religión es la de navegar en busca de tierras sin vigilar para poder saciar su eterno apetito, sus ganas de volar.

Si crees tener a la suerte de tu lado, tal vez nos podamos cruzar. No me sigas, no preguntes, y por tu bien, que tus pasos jamás se detengan, nunca sabes con que nueva pesadilla te podrías topar.

La perpetua amargura de aquel que no es capaz de pararse y dejar de imaginar. Yo inventé este mundo y yo conseguiré, algún día, escapar.

lunes, 27 de abril de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Espacio

Me lo jugué todo a una carta y perdí sin que la partida hubiera comenzado. Aposté incluso más de lo que había planeado. Ahora no puedo evitar volver la vista hacia atrás y pensar en todas las meteduras de pata que tuve la oportunidad de evitar.

El tiempo, esta vez, no me dará la razón, ha gritado el viento completamente fuera de control. Al romperse el corazón no escuchas más que el sonido de tu propia aflicción.

En el horizonte, un camino que me toca recorrer con la única compañía de mi propia sombra perezosa. Atrás dejo los bolsillos llenos de noches en vela, de esperanzas mal soñadas y de lágrimas cristalizadas en momentos que, muy a mi pesar, volvería a vivir sin tan siquiera pestañear.

Largo será el viaje, pero de un sentimiento no he de arrepentirme: el de amar y darlo todo incluso antes de empezar.

Lo único que me queda es es encontrar a alguien que... sí esté dispuesto a apostar.

sábado, 25 de abril de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Tiempo

Llaman a la puerta, justo cuando termina la conversación y cuelgo el teléfono. Menuda sorpresa, cuánto ha pasado desde la última vez, mucho tiempo, cierto es. Pero pasa, no te quedes en la entrada. Si te apetece tomar algo, no lo dudes, como si estuvieras en tu casa. Aprovecharé para ducharme, que durante unos días no me apeteció hablar con prácticamente nadie.

Tú como siempre, ¿no? Con tus historias, tu trabajo y tus salidas indecentes. Sabes que alegro, pero no me recuerdes que te gustaría verme sonreír. Ahora no puedo, me has pillado descansando un momento mientras terminaba de buscar los trocitos de mi mundo que acaba de estamparse con el suelo. Sí, otra vez. La sonrisa me pesaba y la he guardado en el fondo de aquel cajón.

No te sabría explicar, pero creo que me estoy cansando de tanto soñar, dejándome arrastrar a lo que yo sabía que era una trampa mortal. Algún día me explicarás como consigues sobrevolar las calles de esta ciudad, arrebatando besos sin piedad. Consumiendo a todo aquel que te ofrece un poco de felicidad. Necesito probar, puede que el reflejo del espejo deje de llorar.

Cambiemos de tema, últimamente he notado que incluso las lámparas de mi casa me dan de lado, como si conociesen todos mis pecados, todos mis temores y quisieran dejarme a su merced, para que me consuma como tantos cigarrillos mal apagados. Voy a pedirte un favor: quédate a cenar y me ayudas a encajar las piezas que no tengo ni idea de donde van.

En tu mirada puede leer que no verás a mi lado un nuevo amanecer, será mejor cortar todo de raíz. Las lágrimas que nunca derramé por ti regarán las malas hierbas que, cual muro de indiferencia, necesito entre ella y yo para volver a ser feliz...

- Por favor, no te vayas...

Con el portazo y mi sonrisa debajo de su brazo, las últimas luces se van apagando, dejando mi casa en completa oscuridad. Antes de que la última luz deje de brillar, consigo musitar...

- Dios, no te puedes imaginar el miedo que le tengo a la soledad...

miércoles, 22 de abril de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Destello

El filo de cientos de sentimientos esparcidos por el suelo de mi habitación comienza a filtrar odio puro. Desdibujan fauces sedientas, buscando carne fresca con la que alimentar mis recuerdos. Cuando el plato rebosa desilusión toca engullir, me guste o no.

El viento me recuerda lo estúpido que fui, catorce lunas para creer en mis propias mentiras, veinticuatro horas donde la desesperación campó a sus anchas y tres segundos para que reviente el corazón. No tengo ganas de nada, me he cansado de los sibilinos susurros que me hieren advirtiendo que sólo soy una buena persona y al darme la vuelta se acuestan con los deseos que me han robado.

Quieto, mientras los destellos ciegan mis propios fracasos, me dejo llevar y noto como el fuego me consume por dentro. Todo me importa un huevo, al bajarse el telón le volaré la tapa de los sesos al puñetero director, me gusta el plan. Lo voy a disfrutar. Ya basta de esconderme tras las cunetas de estos páramos llenos de desilusión. Al siguiente que intente confiar en mi, se llevará una desagradable sorpresa. Quiero sentir, por primera vez, lo que se siente al convertir en jirones las lágrimas que no me pertenecen, saborear el néctar que beben los hijoputas.

Tienes exactamente diez segundos para quedarte a mi lado o salir de najas. Pero lo que descubrirás no creo que te vaya a gustar. Será mejor que guardes los jodidos caramelos que me ofrecías cuando notabas que perdía los papeles, o los guardas o te los tragas, tú decides.

Que te calles joder, no quiero más excusas, me queda poco tiempo. Ahora, los malos despertares van a ser vuestra moneda de cambio...

lunes, 20 de abril de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Comienzo

Los desconchones de las paredes dan la bienvenida a los posibles viajeros, su pintura desgastada saluda con su sonrisa demacrada y el polvo dueño de la situación en todo momento. Las telas de araña impávidas aguardando la presa que nunca llega, en la madera de las puertas y los marcos casi puedes escuchar las aterradoras voces de aquellos que una vez habitaron esos cuartos desolados.

Gritos de dolor, de espanto, pero también risas, sonrisas torcidas, llantos, discusiones... los dedos un recuerdo lejano acarician tu espalda, tu nuca, hielan el sudor que recorre tu frente. A cada paso que das, las tablas crujen, gimen, susurran que jamás debiste poner un pie en este lugar. Tu piel se estremece, tiembla con cada sombra imaginaria que, agazapada en cada una de las esquinas, aguarda tu siguiente traspiés para dar cuenta de todos tus errores, de todos tus temores...

La garganta se niega a tragar, aunque ya no es necesario hace tiempo que tu boca dejo de producir saliva. Inevitablemente, tus peores pesadillas se han vuelto realidad, esos matices que tanto has tratado de ocultar te observan, cada paso, cada movimiento, recordándote que nunca tuviste el valor, y volverás a salir huyendo para refugiarte en los primeros brazos que encuentres...

Cuando el eco de tu carrera termina de rebotar en cada rincón, caigo en la cuenta: mis temores acaban de unirse a los tuyo. Sus risas sedientas de venganza toman forma. Ya no existe la vuelta atrás, no merece la pena. Tanto para bien como para mal. De nuevo me encuentro en el punto de mira de todo aquello que me negué a dar.

El corazón ha dudado entre pararse de repente o reventar en mil pedazos, una de las puertas que se encuentra a mi lado se está abombando. Miles de zarpas arañan la superficie, gritos ahogados pronuncian mi nombre, y por los huecos consigo distinguir un fango impío que pudre la madera a su paso. 'Por fin me habéis encontrado' – pienso mientras intento no imaginarme que cojones habrá al otro lado.

Ahí están, tus angustias y las mías, tus ganas de correr y mis ganas de que se acabe todo de una puta vez. Después de perder todos mis anhelos en menos de diez segundos, no puede ser tan malo el destino que aguarda aullando mis vanas esperanzas.

Lo malo de vivir rodeado de pesadillas es que terminas por creer demasiado en ellas. La única luz que hubiera sido capaz de iluminar un poco todo este embrollo ha salido corriendo - ignorando completamente que tú también estabas cagado de miedo -, no quedan más opciones que dejarte engullir por esa marea negra que tantas veces logré esquivar.

Te has decidido, llevándote la única llama de esperanza... en cambio yo, cuando el corazón deje saltar dentro de mi pecho, cuando consiga olvidarme de todo lo que una vez sentí por ti, abriré la jodida puerta intuyendo perfectamente qué es lo que me aguarda el otro lado de una puerta, cerrada demasiado tiempo...

domingo, 19 de abril de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Toalla

Si he describirme, si una etiqueta tuviera que colgar de las mangas de mi camisa, una inscripción rezaría: Decepción.

Pero me alegra saber que no llegarás a leerme. Que mis letras se consumirán entre este humo de tabaco que poco a poco terminará por matarme. La vida arropada por tinta, como su propio nombre indica, sólo posee una tonalidad definida.

Cientos de veces me he arrepentido de haber seguido este camino. De no haber intentado ser como los demás, pero cada vez que miraba por encima del muro, nada se antojaba que pudiera alcanzar.

Tras treinta largos años, todo lo que puedo ofrecer es Soledad.

lunes, 13 de abril de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Copa

He visto como hacías trampas al barajar. No me preocupa en absoluto, no sería la primera vez que dispones el tapete a tu antojo. Las manos han continuado, simple y llanamente, porque me picaba la curiosidad. Necesitaba comprobar hasta dónde llegarías sin ni siquiera pestañear.

Uno tras otro ganaste cada céntimo de mi devoción, cada objeto de valor, cada palabra cedida desde los rincones más oscuros del corazón. Incluso me atreví a sentarme en la misma mesa, comenzar a perder y cerciorarme de todo aquello que mis ojos se negaban a creer.

Envites pactados por tahúres curtidos entre los vasos de whisky que se evaporan entre jugada y jugada. Jamás pensé que te pondrías a su mismo nivel. Después de unas cuantas horas a la desperada, caigo en la cuenta, nunca debí aceptar la apuesta. Pero no me quedaba otro remedio, la fortuna decretó que todos mis fracasos me conducirían a ti. Como era de esperar, lo he perdido todo, orgullosa de ver cómo hurgaba en los bolsillos de mi maltrecha alma para poder jugar la siguiente baza.

Al final, sin poder mantener el ritmo, sin nada que ofrecer, y aún menos apostar, me retiro de la mesa. Lo que me termina de sorprender es la sonrisa que se dibuja en tu cara cuando me ves entre los espectadores, como tantos otros saciando su morbosa falta de liquidez sentimental que les impide pasar una fatídica noche entre tus piernas.

Cierro los ojos, respiro hondo y mientras niego con la cabeza, logro pensar - No tienes ni idea de dónde vas a acabar. - Doy media vuelta y me abro paso entre sombras indiferentes. Desearía ver tu cara, como te cambia al conocer que nada de lo que jugué me pertenecía. Por primera vez, los pedí prestados para ponerte a prueba, por si algún casual pensabas cambiar. Que mi corazón acabase cual aceituna adornando tu Martini Bianco, sinceramente, no me gustó demasiado

Después de unos cuantos pasos fuera de tu alcance, la luna me guiña un ojo; - Bien jugado -, susurran unos labios que nunca he besado. Y es que al final, esto es lo único que he aprendido - como Mae West dijo -: Si he de elegir entre dos males, me quedaré con aquel que nunca haya elegido.

viernes, 3 de abril de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Humildad

Por una vez me he quedado en blanco, sin nada que contar. El papel en blanco, el de verdad, me escucha con una delatora tranquilidad. Sin embargo, no quiere decir que mi camino se haya desviado o bloqueado.

En el hervidero de mis propios pensamientos no cristaliza ninguna idea, ninguna historia, permanecen en un constante punto de ebullición. Burbujeando, llegando al límite de su fina resistencia, estallando en cientos de sentimientos que lo salpican todo en su área de influencia. Dejan pequeños restos resecos que se aferran por seguir viviendo, por seguir luchando...

De todos los caminos que pude haber elegido, el más sinuoso, el que me llevaría a través de paisajes vacíos, fue el que tomé. Sin prisas por llegar - aún sin saber muy bien si existe un final del recorrido -, deteniéndome en cada recodo, en cada paisaje, en cada mirada. Temiendo a los monstruos de un armario que un niño jamás se atrevió a abrir. Absorbo cada una de las anécdota, las convierto en parte de mí mientras continuo mi camino, apartándome poco a poco de todo aquello que alguna vez me hizo sonreír. ¿Hasta cuándo podré aguantar con mis sueños? ¿En que momento encontraré a alguien con quien compartir? O, tal vez, la solución pase por tener que abandonar el sendero, olvidarme de todo y empezar desde cero.

Quién sabe, hasta que llegue ese momento, seguiré perdiéndome entre valles de ensueño, bosques de hambrienta oscuridad, por las curvas de tu cuerpo, escalando las montañas del miedo... y si el tiempo decide separar aún más nuestros encuentros, no te preocupes, no temas nada y ni te sientas sola.

Lanza una piedra al estanque de los recuerdos... con un poco de suerte puede que aparezca con miles de fábulas bajo el brazo, esperando a un lado de tu viaje. Muriéndome de ganas por pasar, al menos, una noche rajando a tu lado sin parar, sin apartar mis ojos de tu mirar.

miércoles, 25 de marzo de 2009

La Tinta, el Tintero y...el Huracán.

De un tiempo a esta parte no consigo concentrarme, pueden los sueños que estallan en miles de pompas cuando estoy a punto de rozarlos con las manos, pueden ser mis ganas de quedarme en banco sentado sin más preocupación que la de seguir deshaciendo los jirones de nubes que va dejando tu cuerpo cada vez que se pasea por el centro de mi habitación, puede que sea la pequeña carrera que nos aleja cada día un paso más, pueden ser todas las noches mal dormidas, ahogándome entre todos los sueños convertidos en pesadillas que habitan entre mis sábanas y el colchón.

Incluso la tinta no parece estar de mi parte, atrincherada en el tintero no para de gritar - ¡No molestes más, despierta y márchate para nunca volver! -. No le presto el menor cuidado, lo que menos me conviene, en estos momentos, es agarrarme a un clavo ardiendo. Tal vez tenga algo de razón y sea el momento de dar carpetazo a esta extraña relación. Repleta de fotografías veladas de tu corazón, de sonrisas torcidas en mitad de la madrugada, de horas esperando ver si se caía el muro de tu indeferencia para darme cuenta de que nunca me confesaste el santo y seña para abrir aquella maldita puerta trasera.

Algunas veces juré olvidarte, tratando de pedir prestado cualquier sentimiento que estuviera al alcance de mi mano, sin embargo al quedar atrapado en la red que yo mismo había lanzado resultaba un esfuerzo inútil además de sobrehumano. Cuando no tienes a donde ir, da lo mismo que cartas hayan repartido en las distintas bazas. Siempre te tocará jugar con las últimas de la baraja.

Así pues, al cabo de un tiempo me he dado cuenta de que ninguno de los dos ni ha perdido ni ha ganado, ya que si uno no está junto al otro por mucho que se esfuerce... se queda en nada, como un perro sin amo y sin collar
.

jueves, 19 de marzo de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Dardo

Ahora todo está en calma, por primera vez me he dado cuenta de todo aquello que jamás voy podré volver a recuperar. Una calma que no me envolvía desde aquel sueño que siempre me despertaba justo antes de empezar. De todos esos cigarros a medio fumar junto a la marquesina de una línea que hace mucho que dejó de funcionar.

La tormenta se encuentra a menos de dos palmos de mis narices, ahora que la paz me acaricia con suavidad, he recordado que durante mucho tiempo permití que mi corazón señalase la dirección que le saliese del rabo y yo como un perro apaleado me dejaba arrastrar hasta el fondo de vete a saber tú que apestoso pantano. Resulta curioso que ahora, justo ahora, caiga en la cuenta. No pude fijarme cuando siempre me cerraban las puertas. Aún a riesgo de volver otra vez a la misma fila en donde mire a donde mire no sólo seré el último si no que parece que todo el mundo conoce a alguien que le puede echar una mano para poder tomar el aire de vez en cuando.

No más noches perdidas, no más luces del mediodía apuñalando mi maldita resaca. Por una jodida vez, el pirado de mi corazón conseguirá que me saquen de mis casillas. Deseo que no le ocurra nada malo, que no sea ella quien le de la soga y la silla para que pueda justificar su eterna melancolía. Comprendo porque todo permanece en silencio, sin una brizna de viento que provoque una guerra a la cual no he sido invitado. En mis manos no juguetea la solución, ni tampoco en mis labios.

Las nubes braman con todo su odio, aullando el peligro, que a punto de volarlo todo por los aires, se cierne frente a los que nunca hemos tenido nada que perder porque nada hemos poseído. Mi única baza, la de aquel que no se paraliza con el miedo y consigue luchar a la desesperada.

La quietud nunca ha escuchado el tic tac del reloj. Con la misma lentitud lanzo los dados mientras tanto miro a mí alrededor, al nueve me lo he jugado todo. Veremos si esta vez, tienen los santos huevos de escupir sobre unas ilusiones que empeñe porque no poseía suficiente para pagar el precio de una noche con tus besos... los dados se paran, sin mirar el resultado tuerzo la sonrisa y pienso – Para volver a perder siempre tengo tiempo.

Y me lanzo a terminar lo que una vez no pude sellar con tus labios.

domingo, 15 de marzo de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Otoño

No debí jugar al escondite inglés, primero porque no se me dan demasiado bien los juegos en los que no pueda apretar el gatillo y segundo porque al darme la vuelta una la horrible sensación se apodera de mi cuando me doy cuenta de que hasta las piedras han salido huyendo.

Técnicamente no es malo, nunca lo ha sido y aún menos cuando te has acostumbrado, lo único extraño es que ahora a mis creencias, a mis sonrisas, a mi corazón y a mi melancolía les ha dado por poner tierra de por medio. Sin venir a cuento. La única que se ha quedado es mi furia, siempre emperrada en ganarle el pulso a mi estúpida imaginación. Y es que mi mente ahora mismo se encuentra en mil lugares diferentes. De los primeros que mi imaginación ha conseguido sacar del motón es precisamente debajo de tu ropa interior, los otros, después de mucho tabaco y noches de insomnio son tan extraños que ni el más pintado se atrevería a dar un paso para comprobar si realmente continúan con la dichosa intención de apostarlo a todo a una maldita carta.

No me queda otro remedio que tragarme esa píldora que llaman orgullo, soltar la correa de mi desilusión y comenzar la búsqueda de todo aquello que, de ante mano, me responderá: No, no y mil veces no. Al principio reconozco que la sensación me resultaba del todo desconocida pero ahora me encuentro en un terreno en el cual yo no poseo el control.

Linterna en mano me adentro en la jungla que forma tu cabello, una vez dentro me afano por no molestar a ninguna de las pesadillas que tal vez terminen por arruinarme la vida. Cinco días más tarde, creo comprender que, a fin de cuentas, si alguien es el culpable de toda esta patraña de mentiras soy yo y mis eternas ganas de conseguir que algún día suene el despertador, girar la cabeza y encontrarme con tu sonrisa desnuda al otro lado del colchón.

domingo, 8 de marzo de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Desilusión

Maldigo al sol que me ha pillado de nuevo abriendo el portal con el corazón en una bolsa y rebuscando en mis bolsillos, apartando lágrimas y suspiros, para agarrar las llaves que abren la puerta que me separa de ti, un amanecer más.

Mi propia sombra sigue señalándome como el culpable de todos mis pesares, aferrado a ilusiones estúpidas que se evaporan entre los humos y las copas, los sudores y las caricias, las idas y venidas que impone mi musa con el último cubata en la mano. Justo cuando no estoy mirando, el corazón se adueña completamente de la situación. Todo se descontrola y mi conciencia se atrinchera en el rincón más oscuro con una venda en los ojos porque ya sabe lo que me espera. Sin más ni más, me la vuelvo a jugar a una carta, sin ni siquiera ser consciente del palo que se está jugando, de las miradas que analizan cada paso. De manera inconsciente, evito aprender de mis errores, de las miradas cómplices que gritan a la desesperada que me estoy metiendo de lleno en una emboscada.

Cuando consigo darme cuenta, retrocedo todo lo que puedo, imponiendo una política de tierra quemada, guardando siempre las distancias. Domando, silla en mano, a ese corazón que intenta devorarme de un solo bocado. Veo tu sutil falta de conversación, y subo con todo el delirio salpicado de los espejismos que son capaces de transformar sentimientos en traición.

Una última calada a este tabaco que me mata con una total falta de convicción... giro la llave y súbitamente... la resistencia se quebró.